Trauma, memoria y disociación: Cuando la identidad se fragmenta en el viaje del recuerdo


Mendoza, A.A. Veces visto
Ciencias de la Comunicación:
Una silueta humana, descompuesta en fragmentos translúcidos, se disuelve en una red de neuronas iluminadas, mientras hilos de luz conectan los fragmentos dispersos. El fondo es una mezcla de tonos oscuros con destellos cálidos que simbolizan la esperanza. Esta imagen representa la fragmentación del yo tras el trauma y el esfuerzo por reconstruir una identidad coherente.

Resumen

Este artículo analiza la relación entre trauma psicológico, memoria disociativa y fragmentación de la identidad, a partir de una revisión interdisciplinaria. Se explora cómo eventos traumáticos intensos pueden producir trastornos como el TEPT y la amnesia disociativa, afectando la integración narrativa del yo. Desde la psicología clínica y la neurobiología, se detallan los mecanismos de defensa que protegen a la mente —como la represión o la despersonalización— pero que, a largo plazo, impiden la consolidación de una identidad coherente.

Asimismo, se destaca la importancia de la memoria tanto a nivel individual como colectivo, subrayando el rol cultural de los relatos compartidos y rituales en la recuperación. Se revisan enfoques terapéuticos como la EMDR y la TCC para procesar el trauma, y se advierte sobre los riesgos de prácticas no éticas. Finalmente, se plantea que la sanación no solo es personal, sino también social, exigiendo una comprensión empática, informada y crítica del sufrimiento humano.

Introducción

¿Alguna vez se ha detenido a contemplar la asombrosa capacidad del espíritu humano para navegar a través de las tormentas más devastadoras de la vida? Durante años, el trauma no se diagnosticaba correctamente, y los pacientes recibían etiquetas erróneas como depresión o esquizofrenia. Esto provocaba tratamientos inadecuados, prolongando el sufrimiento al no abordar la causa real del malestar psicológico que experimentaban (Van der Kolk, s.f.).

Este artículo ha sido meticulosamente diseñado para que usted, el lector atento y reflexivo, pueda adentrarse en la compleja interacción entre la Amnesia Disociativa y el Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT). Explicaremos cómo estos fenómenos impactan la profunda construcción de lo que usted es, tanto a nivel individual como en el entramado colectivo.

Examinaremos la función vital de la memoria en este delicado proceso, así como el papel de mecanismos de defensa tan complejos como la represión o la negación. ¿Cómo un trauma extremo puede manifestarse en la pérdida de la identidad y la memoria de una persona? ¿Qué mecanismos psicológicos operan cuando alguien parece ‘quedarse en el viaje y no regresa’, perdido en un laberinto mental?

A través de una perspectiva que integra los valiosos aportes de la psicología clínica en la comprensión de las intervenciones, la neurobiología en la ciencia del trauma y la antropología en la interpretación cultural de los estados alterados de conciencia, buscaremos ofrecer una comprensión completa y profunda de estas condiciones. Queremos invitarle a reflexionar sobre la increíble fuerza interior del ser humano y la urgente necesidad de comprender las profundidades del sufrimiento emocional para, juntos, iluminar el camino hacia la recuperación.

El trauma extremo y la disolución de la identidad: Un viaje sin retorno aparente

El impacto de un trauma extremo es una experiencia que va mucho más allá de la conciencia del dolor; es una fuerza capaz de fracturar el núcleo mismo de su identidad, dejándolo, o dejando a alguien cercano que usted valora, en un estado de desorientación profunda. Cuando decimos que una persona ‘se queda en el viaje y no regresa’, nos referimos a ese estado en el que la continuidad de su yo se ve gravemente comprometida.

Imagínese un escenario donde la mente, en un intento desesperado por protegerse de lo insoportable, se desconecta de la realidad. Esta condición se manifiesta a través de la despersonalización –esa extraña sensación de estar separado del propio cuerpo o de sus propios pensamientos–, y la desrealización –la percepción de que el mundo exterior parece irreal o distorsionado. Estas experiencias disociativas, aunque son un mecanismo de defensa natural y poderoso que la mente activa en momentos de crisis, tienen un costo inmenso: la pérdida de su equilibrio interior y, con ello, de la brújula esencial que le permite saber quién es.

Piense por un momento en su propia identidad. ¿Acaso no es una entidad dinámica, siempre en evolución, moldeada por cada una de sus experiencias, sus recuerdos y las narrativas personales que usted mismo crea para dar sentido a su existencia.

La construcción de la identidad ocurre simultáneamente en el interior del individuo y en el tejido de su comunidad; es un proceso constante de entrelazar lo personal con lo social, donde cada persona se define tanto por cómo se ve a sí misma como por la manera en que cree que los demás la perciben (Erikson, 1968). Cuando el trauma irrumpe violentamente y desgarra esta narrativa, ya sea a través de la amnesia o de la fragmentación de la memoria, usted, o la persona afectada, pierde esa capacidad vital de integrar su pasado en su presente, erosionando progresivamente la comprensión de quién es.

La persona se vuelve un conjunto de partes rotas y desconectadas, incapaz de tejer una historia clara que una su antes y su después del trauma. Esta desconexión puede ser tan abismal que la vida anterior al evento traumático parece pertenecer a otra persona, creando una brecha profunda y dolorosa entre el yo pre-traumático y el yo postraumático. ¿Cómo podríamos no sentir compasión y un profundo deseo de comprender ante tal desgarro del ser?

Desde una perspectiva sociológica, es fascinante observar cómo el trauma masivo —como el que se experimenta en conflictos armados, catástrofes naturales o violencias sistemáticas— no sólo afecta la identidad individual, sino que atraviesa y redefine la identidad colectiva de comunidades enteras. Determinados acontecimientos tienen la capacidad de reconfigurar de manera profunda las historias compartidas, las prácticas culturales y el tejido simbólico que sostiene la identidad de un grupo (Eyerman, 2001).

La amnesia colectiva o la negación social de eventos traumáticos pueden surgir como mecanismos de defensa a nivel de la sociedad, pero, a largo plazo, impiden la sanación colectiva y la reconstrucción de un futuro compartido. La imposibilidad de recordar o integrar el trauma en la memoria social puede mantener patrones dañinos y de sufrimiento, impidiendo que la comunidad avance hacia un bienestar pleno y una verdadera unidad.

Mecanismos psicológicos y neurobiológicos de la Disociación Postraumática

Para que usted pueda comprender a fondo cómo una persona puede ‘quedarse en el viaje’ de este estado mental, es fundamental examinar el complejo mecanismo psicológico y neurobiológico que están detrás de este fenómeno. En el centro de esta comprensión se encuentra la naturaleza única de la memoria traumática, que difiere sustancialmente de la memoria narrativa ordinaria.

El trauma activa profundamente el sistema límbico, especialmente la amígdala, lo que desencadena respuestas instintivas como huida o congelamiento. A la vez, inhibe el área de Broca, dificultando expresar lo vivido con palabras. Esta desconexión neuronal puede compararse con un daño físico cerebral. Al reactivarse el recuerdo traumático, el cerebro responde con señales de alerta y hormonas del estrés. Si no se procesa adecuadamente, este impacto bloquea el desarrollo emocional y limita la capacidad de integrar nuevas experiencias en la vida (Benites, s.f).

Estos fragmentos de memoria, cargados de una potente carga emocional y sensorial, no se integran de forma fluida en la autobiografía de la persona, sino que permanecen encapsulados, perturbando continuamente el presente y dificultando la diferenciación entre el pasado y el ahora.

La amnesia disociativa, una de las características más enigmáticas y distintivas del TEPT complejo, se manifiesta como una incapacidad para recordar información personal importante, generalmente de naturaleza traumática, que no puede explicarse por el olvido ordinario o por una condición médica previa que afecta su estado actual. Esta amnesia puede presentarse de diversas formas: localizada (para un evento específico, como un accidente que le ocurrió), selectiva (para ciertos aspectos o períodos dentro de un evento traumático) o, en casos más raros y severos, generalizada (cubriendo toda la historia de vida del individuo).

Desde una perspectiva psicodinámica, la represión, un mecanismo de defensa inconsciente teorizado por Freud (2013), desempeña un papel crucial al empujar activamente los recuerdos y afectos asociados al trauma fuera de la conciencia, protegiendo así a la psique de un dolor y una angustia insoportables. Sin embargo, como el propio Freud señaló con sabiduría, lo reprimido no desaparece; se manifiesta a través de síntomas, simbolismos y comportamientos disfuncionales, regresando de formas inesperadas para perturbar la vida del individuo.

La neurobiología moderna ha abierto nuevas puertas a una comprensión más profunda para entender mejor cómo reacciona el cerebro ante estados mentales fragmentados. Se ha demostrado que el trauma extremo altera la estructura y función cerebral, afectando áreas clave como el hipocampo, fundamental para la formación y consolidación de nuevas memorias y para el contexto temporal de los eventos, y la amígdala, una estructura límbica involucrada en la regulación emocional, el procesamiento del miedo y la memoria emocional. La sobreactivación persistente de la amígdala en respuesta a amenazas ‘reales o percibidas’ y la desregulación del hipocampo pueden explicar la dificultad para procesar y almacenar correctamente los recuerdos traumáticos (Schore, 2009).

Esta disfunción neuronal es el correlato físico y biológico de la experiencia de ‘no estar presente’, de ‘desconectarse’ de la realidad o de ‘quedarse en el viaje’, donde la capacidad del cerebro para integrar y dar sentido a la experiencia se ve comprometida. La ínsula cerebral (Ínsula de Reil), otra región importante del cerebro, también participa en la percepción de las señales internas del cuerpo, en la conciencia de uno mismo y en las emociones. Cuando no funciona bien, puede contribuir a la sensación de estar desconectado de la propia identidad.

La función crítica de la memoria en la reconstrucción de la identidad

La memoria, mi estimado lector, es mucho más que un simple archivo de información; es la esencia misma sobre la cual usted construye y sostiene su identidad. Es a través de esa capacidad invaluable de recordar, narrar y dar sentido a sus experiencias pasadas que usted forja una continuidad y una coherencia interna. Cuando el trauma irrumpe y fragmenta este proceso, la reconstrucción de la identidad se convierte en un desafío monumental, a menudo comparable a armar un rompecabezas con piezas perdidas o distorsionadas.

La integración de la memoria traumática no es simplemente un objetivo terapéutico; es un proceso vital para la recuperación de la identidad y de su agencia personal. Este proceso implica ayudar a la persona a tomar esos recuerdos fragmentados y encapsulados y ubicarlos en su narrativa de vida, a diferenciarlos de la realidad presente y a transformarlos de eventos intrusivos y paralizantes en parte de una historia coherente y soportable. No se trata de olvidar el trauma, lo cual es a menudo imposible y contraproducente, sino de recordar de manera diferente, de resignificar la experiencia para que deje de dominar el presente.

Desde una perspectiva antropológica, es fascinante comprender que la memoria no es solo un fenómeno individual, sino también un constructo social y cultural. Las culturas, a lo largo de la historia, han desarrollado mecanismos y narrativas para recordar y dar sentido a los eventos traumáticos, tanto individuales como colectivos. La memoria colectiva se sostiene no solo en relatos, sino en prácticas corporales y rituales repetidos que anclan el pasado en el presente. Cuando el trauma irrumpe, interrumpe esa repetición encarnada, dejando un vacío en la continuidad temporal. Recuperar el sentido del tiempo, implica reconstruir gestos, hábitos y espacios donde el pasado pueda ser habitado sin dolor paralizante (Connerton, 1989).

Estos enfoques colectivos resaltan que la sanación del trauma no es un proceso meramente individual, confinado a la consulta del terapeuta, sino que está profundamente enraizado en el contexto social, cultural e histórico. La capacidad de una comunidad para reconocer, recordar y dialogar sobre sus traumas compartidos es fundamental para su resiliencia y su capacidad de construir un futuro lleno de esperanza.

Intervenciones y resiliencia: El camino de regreso del Viaje Disociativo

Es aquí donde reside un mensaje poderoso y esperanzador para usted: a pesar de la devastación que el trauma extremo puede causar, la capacidad humana para la resiliencia y la recuperación es asombrosa y continuamente inspira esperanza. Las intervenciones terapéuticas, basadas en una comprensión profunda de la amnesia disociativa y el TEPT, son absolutamente fundamentales para ayudar a las personas a ‘regresar del viaje’ de la fragmentación. En el campo de la psicología clínica, enfoques basados en la evidencia como la Terapia Cognitivo-Conductual (TCC), específicamente las terapias centradas en el trauma como la Terapia de Exposición Prolongada (TEP) y la Terapia Cognitiva Procesual (TCP), así como la Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares (EMDR), buscan procesar los recuerdos traumáticos, regular las respuestas emocionales desbordantes y reintegrar la identidad fragmentada.

La terapia EMDR, por ejemplo, utiliza la estimulación bilateral (a menudo a través de movimientos oculares) para ayudar a los individuos a procesar recuerdos perturbadores que se han quedado atascados en el cerebro, facilitando su integración adaptativa en la memoria. Las terapias centradas en el trauma, por su parte, se enfocan en crear un ambiente terapéutico seguro y predecible donde el paciente pueda explorar y procesar sus experiencias dolorosas de manera gradual y controlada, desarrollando nuevas narrativas sobre sí mismo, el evento traumático y el mundo, y reconstruyendo un sentido de sí mismo más fuerte, coherente y resiliente. La validación de la experiencia traumática, la psicoeducación sobre los efectos del trauma y el desarrollo de habilidades de afrontamiento son componentes esenciales de estas intervenciones, ofreciendo a quienes las buscan un camino concreto hacia la liberación.

Es crucial que comprenda que el camino de regreso del trauma es un proceso gradual, a menudo arduo y no lineal, que requiere inmensa paciencia, el apoyo constante de redes sociales sólidas y un profundo respeto por la experiencia y el ritmo del superviviente. La meta no es borrar el pasado, lo cual es una imposibilidad, sino aprender a vivir con él de una manera que permita la plena expresión de la identidad, la participación significativa en el mundo y la construcción de un futuro con propósito.

La comunicación, en este contexto, se convierte en una herramienta terapéutica vital: la capacidad de articular la experiencia traumática, de compartirla en un espacio seguro y empático, ya sea con un terapeuta, con grupos de apoyo o a través de la expresión artística, es un paso fundamental hacia la integración, la sanación y la recuperación del propio relato de vida. El coraje de hablar y de ser escuchado es, en sí mismo, un acto de regreso, una victoria del espíritu humano.

Figura 1
El viaje del trauma
Infografía titulada 'El viaje del trauma: cuando la memoria se fragmenta y la identidad se dispersa'. Presenta conceptos clave como trauma extremo, disociación, amnesia disociativa, identidad fragmentada y memoria traumática. Detalla el impacto neurobiológico del trauma en la amígdala, el área de Broca, el hipocampo y la ínsula. Además, describe los tipos de amnesia disociativa: localizada, selectiva y generalizada. Finaliza con la inspiradora frase: 'Recordar no es revivir el dolor, sino darle un nuevo sentido. La sanación comienza cuando la historia personal puede contarse sin romperse'.

Nota. "El viaje del trauma" explora cómo se fragmenta la memoria y dispersa la identidad, detallando sus conceptos clave, el impacto neurobiológico y los tipos de amnesia disociativa, culminando en la idea de que la sanación emerge al recontar la historia personal.

El peligro de la memoria reprimida y la búsqueda de la verdad - Caso de Kim

El video A Cautionary Tale of Repressed Memory Therapy - 'Kim' Pt. 4 presenta el testimonio de Kim, sobre su experiencia con la terapia de memoria reprimida, revelando los peligros de este enfoque y las falsas acusaciones de abuso que pueden surgir. Kim relata una protesta contra su terapeuta, Rex Cokerhans, cuyos métodos llevaron a cuestionar la validez de los recuerdos reprimidos. Se destaca la relevancia de Elizabeth Loftus y su investigación sobre la maleabilidad de la memoria, enfatizando que las confesiones bajo presión no deben tomarse al pie de la letra.

Un punto crucial es el paralelismo que Kim establece entre su terapia y su experiencia en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (Iglesia SUD). En ambos entornos, sintió que entregó su autonomía a figuras de autoridad, se le impuso una única vía de curación y se le culpó por sus dudas. Kim subraya la importancia del pensamiento crítico, la autoaceptación y la responsabilidad personal como claves para la verdadera sanación, lejos de la dependencia de narrativas externas que puedan distorsionar la realidad.

El caso de Kim ilustra la vital importancia del pensamiento crítico y la ética profesional en la terapia. Revela cómo la memoria puede ser vulnerable a la sugestión y cómo la entrega incondicional a la autoridad puede ser perjudicial. Su experiencia es un llamado a la autonomía y la búsqueda de la verdad basada en la evidencia.

Conclusión

El trauma, la memoria y la disociación configuran un entramado intrincado y complejo que desafía nuestra comprensión tradicional de la mente humana y la naturaleza de la realidad. Las preguntas sobre cómo el trauma extremo puede manifestarse en la pérdida de la identidad y la memoria, y qué mecanismos psicológicos operan cuando una persona ‘se queda en el viaje’, nos impulsan a una reflexión profunda sobre la fragilidad inherente y la asombrosa fortaleza del espíritu humano.

La amnesia disociativa y el Trastorno de Estrés Postraumático no deben ser vistos meramente como patologías; son, en esencia, expresiones extremas de una lucha interna por dar sentido a lo incomprensible, por protegerse de lo insoportable y por preservar un mínimo de coherencia psíquica en medio del caos.

Comprender estos fenómenos desde una perspectiva verdaderamente interdisciplinaria, que abarque los aportes de la psicología clínica en las complejidades de la mente individual, la neurobiología en los fundamentos cerebrales del trauma, y la antropología en la interpretación cultural de los estados alterados de conciencia y los procesos de memoria colectiva, nos permite ofrecer una visión más completa, matizada y compasiva.

Solo a través de esta comprensión general podemos desarrollar intervenciones más efectivas y, lo que es igualmente importante, fomentar una sociedad más consciente, empática y solidaria que reconozca y apoye a quienes han transitado por las profundidades del trauma. Tenemos la responsabilidad de mirar con los ojos del otro. Al narrar estas realidades complejas, no basta con informar —también debemos abrir caminos para la empatía, tender puentes hacia la comprensión y recordar, con cada historia, que la resiliencia humana florece cuando nadie se siente solo en el camino del aislamiento mental y social.

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Referencias

Benites, P. (s.f.). Coping, Trauma, and Resiliency. College of the Canyons. https://www.canyons.edu/_resources/documents/studentservices/enrollmentservices/CopingTraumaandResiliency.pdf

Erikson, E. H. (1968). Identity: Youth and crisis. W. W. Norton & Company. https://archive.org/details/300656427ErikHEriksonIdentityYouthAndCrisis1WWNortonCompany1968/page/n17/mode/2up

Eyerman, R. (2001). Cultural trauma: Slavery and the formation of African American identity. Cambridge University Press.

Freud, S. (2013). La Represión. En J. Strachey (Ed.), Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico, Trabajos sobre metapsicología, y otras obras [1914-1916] [Vol. 14]. Amorrortu Editores.

Mormon Stories Podcast. (2020, mayo 20). A Cautionary Tale of Repressed Memory Therapy - "Kim" Pt. 4 | Ep. 1317 [Video]. Youtube. https://youtu.be/nE4KayfbCmY?si=6MuoUjNgcjFvnwPq

Schore, A. N. (2009). Right-brain affect regulation: An essential mechanism of development, trauma, dissociation, and psychotherapy. En D. Fosha, L. Siegel, & J. Solomon (Eds.), The healing power of emotion: Affective neuroscience, development & clinical practice. W. W. Norton & Company.

Van der Kolk, B. A. (s.f.). The Body Keeps the Score. Shortform. https://www.shortform.com/summary/the-body-keeps-the-score-summary-bessel-van-der-kolk

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